
Fuente y vida de nuestra espiritualidad, el gran consolador quien acompaña nuestro caminar y nos guía hacia el padre, ese gran regalo dejado por Jesús a todos los hombres como signo de su presencia hasta su regreso.
La madre de Dios, María, siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, su cercanía y entrega nos hace solidarios con el que sufre y necesita de nuestra ayuda y solidaridad.
Nuestra devoción a ella la manifestamos a través de su advocación de Rosa Mística, esa Rosa Misteriosa que nos invita a la oración, sacrificio (para reparar) y penitencia y nos abre un camino y una puerta para llegar al padre.
Hombre abnegado y justo, lleno de virtudes y modelo de la vida consagrada, nuestro protector en todas las necesidades, cuyo ejemplo nos motiva a un seguimiento fiel y radical de Jesús, hombre obediente y sobre todo orante, que acepto los designios de Dios sin poner obstáculo alguno.